EL TATÚ (khirkincho)
Se anunció una gran fiesta en el lago Titicaca y el tatú, que era bicho muy principal, quiso deslumbrar a todos. Con mucha anticipación, se puso a tejer la fina trama de un manto tan elegante que iba a ser un escándalo.
El zorro lo vio trabajando y metió la nariz:
—¿Estás de mal humor?
—No me distraigas. Estoy ocupado.
—¿Para qué es eso?
El tatú explicó.
—¡Ah! —dijo el zorro, paladeando palabras—. ¿Para la fiesta de esta noche?
—¿Cómo que esta noche?
Al tatú se le vino el alma a los pies. Nunca había sido muy certero en el
cálculo del tiempo.
—¡Y yo con mi manto a medio hacer!
Mientras el zorro se alejaba riéndose entre dientes, el tatú terminó su abrigo a los apurones. Como el tiempo volaba, no pudo continuar con la misma delicadeza. Tuvo que utilizar hilos más
gruesos y la trama, a todo tejer, quedó más extendida.
Por eso el caparazón del tatú es de urdimbre apretada en el cuello y muy abierta en la espalda.
E. Galeano