LA RESURRECCIÓN
A los cinco días, era costumbre, los muertos regresaban al Perú. Bebían un
vaso de chicha y decían:
—Ahora, soy eterno.
Había demasiada gente en el mundo. Se sembraba hasta en el fondo de los
precipicios y al borde de los abismos, pero no alcanzaba para todos la comida.
Entonces murió un hombre en Huarochirí.
Toda la comunidad se reunió, al quinto día, para recibirlo. Lo esperaron desde la mañana hasta muy entrada la noche. Se enfriaron los platos humeantes y el sueño fue cerrando los párpados. El
muerto no llegó.
Apareció al día siguiente. Estaban todos hechos una furia. La que más hervía
de indignación era la mujer, que le gritó:
—¡Haragán! ¡Siempre el mismo haragán! ¡Todos los muertos son puntuales
menos tú!
El resucitado balbuceó alguna disculpa, pero la mujer le arrojó una mazorca a
la cabeza y lo dejó tendido en el piso.
El ánima se fue del cuerpo y huyó volando, mosca veloz y zumbadora, para
nunca más volver.
Desde esa vez, ningún muerto ha regresado a mezclarse con los vivos y
disputarles la comida.
Fuente: Los Nacimientos de E. Galeano